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Desenmascarando el capitalismo clandestino:

Por los territorios y la autodeterminación de los pueblos

Las poblaciones rurales y urbanas de todo el mundo están sufriendo un dramático aumento del despojo y la destrucción de sus tierras, ríos, océanos, pastos, bosques y hogares. Se enfrentan a la pérdida de acceso y control efectivo sobre sus territorios, la base misma de sus modos de vida y del tejido social de sus comunidades. Tras un análisis realizado por organizaciones de todo el mundo que formamos parte del Grupo de Trabajo de Tierra, Agua, Bosques y Territorio del Comité Internacional de Planificación para la Soberanía Alimentaria (GT- CIP Territorio), concluímos que la causa de este espectacular aumento ha sido el “capitalismo clandestino”. Al mismo tiempo, quisimos exponer sus consecuencias para las comunidades y poner en primer plano las luchas de los pueblos por modelos económicos y sociales alternativos, basados en la agroecología y la autodeterminación. Por ello creamos el proyecto y campaña comunicativa: “Desenmascarando el capitalismo clandestino”.

Fisher women looking at the ocean where they grab mussels, Eastern Cape, South Africa.

Fisher women looking at the ocean in nature reserve in Eastern Cape, South Africa, where they are limited to collect mussels. © Berta Vicente / RUIDO Photo.

¿Qué es el capitalismo clandestino? 

Por “capitalismo clandestino” nos referimos a una forma distinta de organizar la extracción capitalista de la riqueza de los territorios y otros bienes comunes naturales como la tierra, la pesca, los bosques, y el agua, entre otros. Los actores financieros —como las empresas de gestión de activos, las compañías de seguros y los fondos de inversión— cada vez más generan sus beneficios en la esfera “virtual” del sistema financiero, en lugar de en la economía “real” o productiva como son los sectores industrial, agrícola o de servicios. Para hacerlo posible, han transformado los recursos naturales, que han dejado de ser bienes comunes para convertirse en activos financieros para la inversión y la especulación. Las comunidades y las personas pagan el precio de esta transformación, al verse expuestas al despojo, la violencia y la destrucción de sus territorios y entornos naturales.

Sin embargo, este tipo de capitalismo tiene muchas caras y los actores se ocultan en redes poco transparentes, por eso lo llamamos clandestino. Las comunidades suelen enfrentarse directamente a empresarios locales, élites interesadas y empresas extractivas (agroindustria, minería, construcción, etc.). Las comunidades suelen enfrentarse directamente a empresarios locales, élites interesadas y empresas extractivas (agroindustria, minería, construcción, etc.), pero detrás de estos actores se esconden poderosas entidades corporativas que manejan cantidades espectaculares de dinero y persiguen intereses lucrativos particulares. Las empresas de gestión de activos, los fondos de pensiones, las compañías de seguros, los fondos de alto riesgo y otros actores financieros se ocultan a propósito en telarañas de inversiones opacas como las sociedades financieras y evaden el escrutinio público a través de centros financieros extraterritoriales y paraísos fiscales. 

El capitalismo clandestino es posible gracias a políticas nacionales e internacionales que han desregulado las finanzas, creado nuevos mercados financieros y perpetuado la impunidad empresarial. Estas medidas han permitido la mercantilización de los bienes comunes naturales y la creación de instrumentos financieros (futuros, derivados, etc.) que permiten especular con ellos. En lugar de conducir a un cambio de rumbo hacia un sistema global más justo, las grandes crisis financieras de las últimas décadas han provocado una mayor expansión de los mercados financieros. Como resultado, hoy en día, un pequeño número de empresas e individuos extremadamente ricos controlan una gran parte de los recursos mundiales y ejercen un enorme poder sobre la vida de las personas. La tierra es un ejemplo: la concentración de la propiedad y el el control sobre la tierra en unas pocas manos no ha dejado de aumentar en las últimas décadas.

Por “capitalismo clandestino” nos referimos a una forma distinta de organizar la extracción capitalista de la riqueza de los territorios y otros bienes comunes naturales como la tierra, la pesca, los bosques, y el agua, entre otros.

Pueblos de distintas partes del mundo organizándose para hacer frente al capitalismo clandestino.

Relatos colectivos para hacer frente al capitalismo clandestino

Las historias presentadas en esta serie ilustran cómo personas y comunidades de todo el mundo están expuestas al capitalismo clandestino y a sus consecuencias. El capitalismo clandestino les despoja de sus tierras, bosques y caladeros, devasta sus entornos nacionales, desarraiga a sus comunidades y destruye sus modos de vida. Las comunidades se enfrentan a la explotación, experimentan conflictos crecientes y a menudo se ven obligados a emigrar sin perspectivas de una vida digna. Las mujeres y las juventudes se ven especialmente afectados por este despojo violento que destruye el tejido social de las comunidades.

Sin embargo, la campaña también muestra las historias de comunidades que defienden sus territorios como fuentes de autonomía y formas de vida digna. Las distintas historias de lucha cuentan cómo las comunidades construyen la soberanía alimentaria para sí mismas y para la población en general, desafiando las estructuras de poder existentes y los patrones de discriminación e injusticia. A partir de sus formas de conocimiento, innovaciones y prácticas, allanan el camino hacia nuevos modelos sociales y económicos basados en la autodeterminación, la equidad y la coevolución de las sociedades humanas con sus entornos naturales.

Las historias se cuentan desde la perspectiva de las personas y las comunidades afectadas por el capitalismo clandestino. A través de un proceso participativo, fueron las comunidades las que decidieron qué historia contar y cómo, en colaboración con fotógrafos y periodistas profesionales. Muchas de las fotografías fueron tomadas por las mismas personas afectadas en los territorios – especialmente jóvenes y mujeres – y por miembros de las organizaciones que les acompañan día a día en su lucha. Así pues, estas historias son testimonio de la belleza y la resistencia de las comunidades y de su valiente lucha contra la injusticia, contra la violencia, y contra la destrucción del capitalismo clandestino. Contra todo esto, comunidades de todo el mundo están sembrando vida y esperanza.

Al hacerlo, defienden firmemente un cambio sistémico y estructural. Piden a instituciones internacionales y gobiernos nacionales y locales alejarse de las políticas que promueven el saqueo de la Madre Tierra y la impunidad corporativa, en favor de políticas públicas que garanticen el control de las comunidades sobre la tierra, la pesca y los bosques, que regulen los actores corporativos y financieros y los responsabilicen de las vulneraciones de derechos humanos. Para ello, la distribución justa y equitativa de la tierra debe estar en el centro de una transición hacia modelos que benefician a las personas y a la naturaleza, en lugar de a las corporaciones y al capital financiero.

“Las historias se cuentan desde la perspectiva de las personas y las comunidades afectadas por el capitalismo clandestino y relatan los impactos pero también las distintas formas de lucha.”

Ana se abraza con su amiga antes de ser desahuciada de su casa. © Bruna Casas / RUIDOI Photo.