¿Cómo pueden utilizarse las Directrices sobre la Tenencia de la Tierra para regular el mercado de la vivienda?
La solución financiera de la crisis económica de 2008 provocó que las familias no puedan permitirse comprar una casa ni pagar el alquiler. En Barcelona, el 42,7% de la población destina más de la mitad de su salario a la vivienda. Mientras que el 20% de los trabajadores ganaba igual o menos que el salario mínimo en 2020 (935€/mes), un piso de 70 m2 en Barcelona costaba de media 1050€/mes.
Mientras tanto, las viviendas vacías permanecen en manos de los fondos de inversión, del sistema bancario español y de los grandes propietarios, promoviendo así la financiarización de la vivienda urbana y la gentrificación de barrios enteros. El 73% de las viviendas en manos de sociedades anónimas están vacías. La única opción para algunas personas es ocupar estas casas vacías, aunque también están siendo desalojadas. La vivienda se ha convertido en un activo de inversión, en lugar de un derecho para todas las personas. El mercado no se ha regulado por sí solo, sino que ha promovido la especulación.
Irene espera en su casa con las maletas hechas a que se produzca el desahucio. © Bruna Casas / RUIDO Photo
Las Directrices sobre la Tenencia de la Tierra instan a los Estados a regular los mercados para evitar las prácticas no competitivas y promover una participación equitativa, a proteger el derecho a la tenencia de los grupos vulnerables, a evitar la especulación y la concentración de la tierra y a garantizar la transparencia del mercado (artículos 11.2 y 11.3). Las directrices son relevantes en el contexto urbano porque dejan claro que los mercados no regulados y las prácticas no competitivas amenazan seriamente el derecho a la tierra, y por tanto a la vivienda, especialmente de los grupos vulnerables. Estas directrices reconocen los valores culturales y sociales que “no siempre son respetados por los mercados no regulados” y proporcionan un marco basado en los derechos humanos en el que la tierra y la vivienda se entienden como derechos, y no como activos de inversión.
Como hemos visto, el Gobierno español aprobó leyes que agravaron la vulnerabilidad de los inquilinos en lugar de protegerlos ante los abusos de poder por parte de propietarios y del sistema financiero. Sin embargo, desde 2013, la movilización social liderada por grupos creados para defender el derecho a la vivienda, como el Sindicat de Llogaters o la PAH (Plataforma de Afectados por la Hipoteca), comenzaron a obtener logros. En 2013, una Iniciativa Legislativa Popular (ILP) promovida por la PAH instó al Congreso español a tomar medidas urgentes para proteger a los deudores.
Aunque esta ley (1/2013) fue aprobada e incluía la reestructuración de la deuda y la promoción de viviendas sociales, no contemplaba la dación en pago (que permite a los deudores entregar su vivienda para saldar una deuda hipotecaria) ni la cancelación de la hipoteca en caso de cláusulas abusivas. Este último derecho ha sido reconocido por el Tribunal de Justicia Europeo en 2022. Sin embargo, la disponibilidad de viviendas sociales sigue siendo extremadamente baja: en España, solo un 2,7% del parque de viviendas es vivienda social, frente a la media europea que está en el 15%.
En julio de 2015 el Parlamento de Catalunya aprobó la “ley catalana contra los desahucios” (Ley 24/2015), nacida a través de una iniciativa legislativa popular (ILP) que recogió más de 150.000 firmas. Su principal medida era la introducción de una oferta obligatoria de alquiler social antes del desahucio que sólo afecta a aquellos promovidos por grandes propietarios y que, aunque ha sido impugnada en distintas ocasiones, actualmente sigue vigente.
En septiembre de 2020, el gobierno regional catalán aprobó una ley promovida por el Sindicat de Llogaters con el apoyo de otras 4.000 organizaciones sociales para limitar los precios de los alquileres en las zonas más afectadas por la especulación. El objetivo de la ley era garantizar que nadie tuviera que gastar más del 30% de su salario en vivienda. Tras un año y medio de exitosa aplicación —que se tradujo en un descenso del 5,5% en los precios de los alquileres—, el Tribunal Constitucional español declaró i la ley inconstitucional afirmando que el gobierno catalán no tenía competencias en la regulación del mercado. Esta polémica decisión, sin embargo, debe entenderse en el marco de la lucha por la independencia en Cataluña. Aunque el gobierno español está elaborando una nueva ley para regular el mercado de la vivienda, las organizaciones sociales temen que, una vez más, la ley quede pasada por agua.
Las Directrices de Tenencia son relevantes en el contexto urbano porque refuerzan que los mercados no regulados y las prácticas no competitivas amenazan gravemente los derechos de los grupos vulnerables
Bloque Ruth, una casa ocupada en Barcelona donde viven personas desahuciadas. © Bruna Casas / RUIDO Photo
Este artículo ha sido posible gracias al trabajo y a apoyo de RUIDO Photo y Observatori DESC.