Realizar el derecho a la tierra es fundamental para abordar las actuales crisis interconectadas
La tierra, junto con otros recursos naturales, son el sostén de la vida de comunidades en todo el mundo. Estas son, al mismo tiempo, las mejores guardianas de esos ecosistemas. Sin embargo, el control corporativo sobre la tierra y los recursos naturales están en la base del modelo económico dominante actual, que ha desencadenado una nueva oleada de acaparamiento, especulación y concentración de tierras, lo que ha provocado un despojo masivo y la destrucción de los ecosistemas. Las organizaciones sociales han venido luchando por el derecho a la tierra, logrando así algunos hitos importantes como las Directrices de Tenencia de la Tierra. Sin embargo, ante las múltiples crisis interconectadas que están afectando a millones de personas en todo el mundo, garantizar la distribución equitativa de la tierra debe estar en el centro de las políticas públicas y climáticas.
La concentración de la tierra está en el centro de las múltiples crisis medioambientales, sociales y económicas a las que nos enfrentamos hoy en día. En las dos últimas décadas, una fiebre mundial por la tierra ha conducido a altos niveles de acumulación de riqueza en manos de unos pocos y al creciente poder de los actores financieros , lo que ha provocado el despojo masivo de comunidades de sus territorios, la destrucción de ecosistemas y niveles insostenibles de concentración de la tierra en todo el mundo.
Para dar algunas cifras, en los últimos diez años, los inversores internacionales han llevado a cabo al menos 1.865 adquisiciones de tierras a gran escala (LSLC) sólo para la producción agrícola, acaparando una superficie de 33 millones de hectáreas, el tamaño de Italia o Filipinas. Por otra parte, investigaciones recientes confirman lo que las organizaciones de pequeños productores de alimentos y los Pueblos Indígenas vienen denunciando desde hace tiempo, a saber, que la desigualdad de la tierra es aún mayor de lo que indican las estadísticas oficiales. El 1% de las explotaciones agrícolas de todo el mundo controla el 70% de la tierra cultivable, mientras que el 50% de la población rural más pobre utiliza el 3% de la tierra. La agricultura industrial a gran escala nutre un sistema alimentario mundial controlado por las empresas transnacionales, que no ha logrado evitar las crisis alimentarias consecutivas, lo que ha provocado niveles crecientes de hambre y malnutrición.
Históricamente, la tierra y los recursos naturales han sido altamente disputado. Los actores poderosos han acumulado continuamente tierras y recursos naturales para dominar, excluir y explotar, como en el caso del colonialismo. Sin embargo, los niveles actuales de concentración de la tierra son un indicador clave de las profundas desigualdades estructurales, la opresión y la discriminación en nuestras sociedades, que están en el centro de las actuales crisis interconectadas
Además, la tierra, junto con los recursos naturales como los océanos, los ríos y los bosques, son la base misma de la vida para comunidades campesinas, Pueblos Indígenas, comunidades pescadoras a pequeña escala, comunidades pastoriles y habitantes de los bosques. No sólo proporcionan medios de subsistencia a través de la producción de alimentos, sino que cumplen funciones sociales, culturales, espirituales y ecológicas cruciales. Al mismo tiempo, estas comunidades desempeñan un papel clave en la sostenibilidad de los sistemas alimentarios locales, que alimentan a más del 70% de la población mundial, y contribuyen significativamente a proteger los ecosistemas, enfriar el planeta y conservar la biodiversidad.
Los niveles actuales de concentración de la tierra son un indicador clave de las profundas desigualdades estructurales, la opresión y la discriminación en nuestras sociedades, que están en el centro de las actuales crisis interconectadas.